Pues bien, si Anathema y Katatonia lideran ese primer y segundo puesto respectivamente, ¿quiénes podrían ser los terceros? Porque en todo podio que se precie hay un tercer ganador. Y éstos son, sin ninguna duda, Sólstafir, la versión vikinga de los dos antes mencionados. Y si me dieran a elegir entre lo último de Anathema, Katatonia y Sólstafir para llevarme a una isla, no dudaría en quedarme con lo último de éstos (ala, ya puede empezar el lapidamiento).
Pero es que es cierto, no miento si os digo que este disco supera con creces a lo ya visto en Night Is The New Day de Katatonia y el We're Here Because We're Here de Anathema, y aunque pueda resultar una blasfemia, mi opinión se mantiene ahí. Porque lo que uno puede sentir en Köld, es algo que ni siquiera los dos titanes pueden llegar a alcanzar, y eso es decir mucho, muchísimo, de esto. Desde Islandia (sí, esa bonita isla cuyo volcán mandó a tomar por saco el concierto de Despised Icon aquí en Canarias), esta banda aparece allá por 1994. Por aquel entonces realizaban un Viking Metal áspero, tirando al Black, muy sucio. Pero con el paso del tiempo, acabaron mutando de la misma manera que los dos colosos anteriores también hicieron, y acabaron transformándose en una banda de Rock progresivo depresivo, muy depresivo. Y tras ese pepinazo que es Masterpiece Of Bitterness, la banda lanza en 2009 su nuevo álbum: Köld.
Para empezar, el disco lanza su primera carta, 78 Days In The Desert, un tema instrumental bastante enérgico, con alguna que otra melodía. Incluso me atrevería a decir que presenta ciertas reminiscencias del Stoner (y no lo digo por el título del tema, eh). Pero el que realmente destaca es el tema que viene a continuación, tema que da nombre al álbum, y que comienza con un estallido de batería tremendo, como si de una supernova se tratase, para dejarnos solos con unas melodías de guitarra que van rasgando de una manera pasmosa, y la voz de Tryggvason, desgarradora y emotiva a la misma vez, que más que cantar parece que llora. Pero el súmmum llega cuando los instrumentos paran de golpe, y dan paso a una sinfonía propia de una catedral mientras Tryggvason suplica al cielo con una voz melodiosa que te entra por las entrañas sin posibilidad alguna de poder deshacerte de ella. Y nuevamente estalla en una nueva supernova con el arranque de la batería (tremenda batería, por cierto). Sublime, un tema que es necesario escuchar en profundidad, tumbado, con la mente despejada y los ojos cerrados.
Entonces damos paso a Pale Rider, mucho más acelerada que el anterior tema, con una batería que no para en todo momento, pero manteniendo la voz emotiva y desgarradora. A éste le sucede She Destroys Again, que parte con unas melodías de guitarra que te dejan vulnerable, junto con la voz dulce y melodiosa de Tryggvason, para acto seguido mandarte a las estrellas con un ritmo desenfrenado de la batería y las guitarras que llega incluso a rozar el Punk, y la voz que se convierte en una especie de Dexter Holland de The Offspring, pero en vez de resultar animada y motivadora, es triste y apagada por momentos.
Necrologue es probablemente uno de los temas más relajados junto con el que le sucede, donde hace mayor acto de presencia el bajo, y donde en algunos momentos pueda resultar como una especie de Nirvana, sobre todo por la voz, que cambia de timbre como le da la santa gana, pero a su manera. A continuación, World Void Of Souls comienza con unas atmósferas y cánticos dignos de una procesión, con sonidos cristalinos y unos recitales acompañados de unas notas de guitarra que suenan desde la lejanía, y que tras varios minutos de auténtico trance, la batería hace acto de presencia, con unas influencias muy claras del Space-Rock. Una auténtica oda a los dioses y al cosmos.
Love Is The Devil (And I Am In Love), el de menor duración de todos, es un tema que nos deja sin aliento, debido a la energía que desprende, al ritmo, a las guitarras cuyo sonido entra por cada poro de nuestra piel cual veneno endulzante, junto con la voz cuasi punkarra de Tryggvason, ese solazo que se marcan... Casi 5 minutos que resultará un auténtico ataque directo hacia nuestros oídos y nuestros corazones, dejándonos simplemente enamorados de éste. Y ya por último, Goddess Of The Ages cierra la más de hora de auténtico viaje hacia el infinito de este disco, con un ritmo de batería muy marcado y unas guitarras que rasgan melodías como quien rasga el envoltorio de un regalo esperando una gran sorpresa. Melodías de las que es inevitable quedarse prendado, tanto de las guitarras como de la voz propia.
"I'm dying here I am."
Letras con las que podemos llegar a esbozar incluso una lágrima. Letras que son inspiración para nuestra vida. Letras que nos pueden herir sin previo aviso.
Sencillamente increíble. Podría usar tantos calificativos como existen en el lenguaje humano, pero lo cierto es que me quedaría corto. Porque Köld es algo que ni siquiera las palabras pueden transmitir. Sí, está claro que me lo llevaría a una isla.
Puntuación: 10/10
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